Hablemos, escritoras. Blog

Madres e hijas en la literatura. Extendiendo un podcast

Adriana Pacheco · 05/13/2023

Esta semana que se celebra en Estados Unidos y México, los dos países de Hablemos, escritoras, recogemos el texto de nuestro episodio 431 para que lean sobre algunos libros que abordan el tema de la maternidad y la representación de la relación filial entre madres e hijas.


Cada año, en el mes en que en varios países del mundo se celebra el Día de la madre, Hablemos escritoras regresa a un tema en la literatura que para algunos podría parecer trillado, un lugar común del que no mucho más se puede hablar. En mi caso, entre más avanzo en los años de mi propio rol de madre y abuela, en la reciente boda de mi hija que me hace pensar en la familia que formará, y en el paso del tiempo desde que mi propia madre murió y ahora la descubro a la distancia, me parece cada vez más fascinante cómo la maternidad es articulada en la literatura y en lo que a veces nos secede como lectores que quedamos impactados como por un rayo en el momento de reconocernos en los libros en nuestros roles de madres, si lo somos, de ver a nuestras progenitoras, o de vernos ahí como hijas.  

Y en este tema, en 2022 publicamos en nuestro blog la entrada titulada “Las muchas madres” (05/14/2022) donde revisamos algunos libros que llevan esa palabra o sus variaciones en el título. Así encontramos Las madres no (Tránsito) de Katixa Agirre, Quién quiere ser madre (Alfaguara) de Silvia Nandares, Profesión mamá (Vergara) de Irma Gallo, Mamá es un animal negro que va de largo por las alcobas blancas (AEM) de Esther M. García, o Las madres negras (Galazi, Gutemberg) de Patricia Esteban Erlés. Estos libros, como muchos otros encuentran intrincados caminos para hablar de la maternidad. 

En 2021, también en nuestro blog, Verónica Ríos se acerca a uno de esto caminos: las hijas. En su contribución del 15 de mayo de ese año nos hace la pregunta ¿qué significa ser hija? y con esto aprovecha para enfocarse en esa relación sanguínea y filial. Y dice que “Pensar en quiénes somos en tanto hijas es un punto de partida para reflexionar sobre cómo nos moldean y moldeamos esos hilos invisibles del parentesco”. 

Es un hecho que en una búsqueda más larga y profunda podríamos reunir una lista larguísima de libros con personajes de hijas, tanto escritoras desde la fuerza de la  primera persona o desde una distancia del narrador omnisciente que observa las  fuerzas y dinámicas que se dan en el universo de las cuatro paredes de un hogar. 

En esta relación filial piense de inmediato en la hija de la novela Radicales libres (Tusquets) de la escritora mexicana Rosa Beltran, quien ve huir a su madre montada en una motocicleta junto con su amante. La niña queda fascinada con este evento y ve a la madre con admiración hasta querer ser ella, hasta querer estar dentro de su cuerpo, de su ropa y su vida. La figura materna queda incrustada en ella para siempre  “Desde que se fue o gracias a que se fue supe que nunca dejamos de estar acompañados de aquellos a los que queremos”, dejando una marca profunda en la manera cómo esta se percibe a sí misma, a los hombres y al mundo que la rodea. Contado en primera persona, ya ella misma como madre a su hija, el libro nos lleva por más de 60 años de la historia de México y su transformación desde un país provinciano hasta la modernidad que vive el día de hoy. 

Otro libro que de ninguna manera puede pasar por desapercibida en esta representación de la relación madre e hija es la primera novela de la autora ecuatoriana Gabriela Polit-Dueñas, Los libros de otros (Chatos inhumanos). También narrado en primera persona, la madre es quien narra cómo los hijos lucha contra su obsesión por acumular objetos, sin darse cuenta que éstos son el asidero a los recuerdos de toda una vida. La hija en especial, traslada el desorden de la casa al desorden mental de la madre, reprochándole su abandono y su incapacidad de tener un hogar en donde los hijos puedan volver. Mucho nos hace pensar este libro en el momento en que los roles entre padres e hijos se invierten y se zanjan esas diferencias que separan y a veces parecen irreconciliables. 

En Feral (Sexto piso) de Gabriela Jauregui, un libro deslumbrante y lúcido que nos voltea la cara abruptamente para mirar el gran horror del feminicidio y la violencia contra las mujeres, las hijas y las madres tienen un papel fundamental. La historia de cuatro jóvenes que tratan de resolver el misterio y causa de la muerte de una amiga, Eugenia, termina llevándonos a sus propias vidas y a una interesante narración sobre presencias y ausencias de hijas y madres. Miles de madres buscan inútilmente a hijas que ha desaparecido, la mente de la madre que se rasca la cabeza sin parar dejarse hoyos está ausente en la locura y en sus repetidos intentos de suicidio. Eugenia dice en un momento de la novela “No sé porque te estoy hablando tanto de las madres, seguro porque tú tienes tan poca” es la metonimia del termino madre por el término moral. “No tener madre” te hace una mala persona.

Otro libro que habla de madres y desapariciones es Sulfuro de Fernanda Garcia Lao, escritora argentina descrita por muchos como “una de las escritoras más originales e irreverentes de la literatura contemporánea”. Fernanda es, desde mi lectura, una verdadera artista en la representación del uso del cuerpo como herramienta y como repositorio de la violencia y el poder. Acá la hija sabe que la madre está cancelada para el padre ”El “yo” de mamá para vos no existe”, quien termina suicidándose sin antes dejar marcado su cuerpo de estigmas que oculta bajo la ropa en su fanatismo religioso y su continua  “reivindicación frente al Señor con violencia”.

El libro de la escritora Crista Aun, Tras bambalinas, nos muestra a una madre que, como su título, lo dice está dentro de la escena del espectáculo. Una relación complicada en sus juegos afectivos y codependencias se da acá entre hijo y madre, donde la carrera artística de esta, sus triunfos y fracasos son el motor de la narración. La historia detona  preguntas acerca de la propia individualidad de una mujer que antes de ser madre es eso, individuo con sus propios sueños y con sus propias metas.

No solo la novela, sino también el cuento y la poesía dedican páginas y páginas a personajes que terminan desarrollándose como madres sorprendiéndonos con facetas y temas que poco se han explorado, como la relación entre las madres, hijas  y el alcohol, como Socorro Venegas lo ha abordado en sus cuentos. Siempre regresamos a mi mente la escena de las niñas que ven a la madre deambular por la casa perdida en el fondo de una botella pretendiendo que hay una normalidad que en realidad no existe. Tema enorme el de las dependencias y el alcoholismo que en el caso de las mujeres es doblemente estigmatizado por su género y por su papel en la familia. 

Dos libros que al recuperar historias familiares nos muestran cómo las madres quedan atrapadas en las expectativas de una sociedad tradicionalista y conservadora. Son de María de Lourdes Victoria, Los hijos del Mar y de Alicia Garza Martínez, Mujeres tan divinas, libros que muestran muchas de las paradojas que a lo largo de la historia ha atrapado a las mujeres en sus roles de madres, hasta hoy en día. Son las madres y las abuelas las toman el papel de protectoras de la reputación y la educación social de las hijas para hacerlas “buenas mujeres” y ayudarlas a “casarse bien”. La obsesión de la limpieza y el orden de la casa en donde estas mujeres se validan, se ve en los cuentos de Olivia Teroba, Respira bajo el agua, en donde la madre talla sin parar “tallar sin control” porque en la formación de muchas muchas está que en la pulcritud de la casa se validan uno como persona. Este libro me hizo pensar en lo que mi abuela decía “la mujer ha de tener la casa como una tacita de té”. 

Muchos son los libros que me dejan vívidas imágenes de otras madres e hijas como las maravillosas obras Mugre rosa de Fernanda Trías, Distancia de rescate de Samantha Schweblin, Casas vacías de Brenda Navarro. Muchas son las escenas en la literatura contemporánea por escritoras que recrean a una sociedad que se hunde en las apariencias, las contradicciones y las paradojas que desde lo privado trascienden a lo público. La ficción alcanza su poder porque se permite llegar a otros lugares, porque no se queda en la superficie de las relaciones filiales, porque nos provoca a tener más preguntas que respuestas en nuestras relaciones como hijas y como madres. Yo, como madre de cuatro maravillosos hijos y abuela de 3 nietas, encuentro el tema de la maternidad totalmente fascinante.